Vamos a conocer un poco más sobre las hierbas
Por hierbas se entienden a tres tipos de plantas: las hierbas aromáticas, las condimentarias y las medicinales. Estos tipos de plantas han sido aprovechadas desde el principio de los tiempos. Los hombres del Neolítico, las utilizaban para condimentar sus alimentos y posteriormente para conservar las carnes. En el antiguo Egipto, múltiples de estas hierbas eran utilizadas para preparar ungüentos y servían asimismo entre los griegos y romanos como ofrendas a los dioses, tradición que aún se conserva en distintas religiones. Por otro lado, no olvidemos que estas hierbas tenían un lugar destacado en los más fragantes jardines de la historia.
El cultivo de hierbas aromáticas, es fácil y resulta ideal para los jardineros novatos. Muchas veces son el puntapié para comenzar a trabajar en tu propia huerta de verduras u hortalizas.
Antes que nada, debes buscar una ubicación con mucha luz en el balcón o terraza, muchas de las plantas aromáticas con las que vamos a trabajar (por ejemplo, la lavanda, el orégano, la melisa o el tomillo) son originarias del mediterráneo, dado este dato, entendemos que requieren al menos, de 4 o 6 horas de sol al día. Si las cultivas en interior, ten en cuenta que sea un sitio muy luminoso, controla además la calefacción y la falta de ventilación. El clima de donde son originarias también nos da la pauta que no requieren de mucha humedad, otras, como por ejemplo la Menta o el Perejil, requieren de mayor hidratación, por lo que procura regarlas a primeras horas de la mañana o al atardecer; pero nunca en las horas de más sol.
Como nuestra huerta será cultivada en macetas, debemos lograr un buen drenaje del agua, coloca en el fondo del recipiente trozos de cerámica o algunas piedras para conseguirlo. Si compras plantines, debes llenar la maceta de compost hasta la mitad, esparcir un poco de fertilizante (para distribuir los nutrientes mientras el compost se seca) y llenar el resto de la maceta con tierra abonada. Luego riega las plantas y déjalas secar. Retírales con cuidado el envoltorio plástico que cubre las raíces y colócalas en su maceta presionando suavemente. Recuerda llenar cualquier hueco que pudo haber quedado para así afirmar la planta en su lugar.
Las aromáticas y condimentarias, no requieren de mucho abono, si les agregamos demasiado, solo lograríamos que pierdan su sabor y aroma. Son plantas que prefieren un suelo normal en nutrientes minerales a uno rico, siempre hablando en líneas generales. En tal sentido, aportando a la tierra fertilizantes una vez al año es suficiente. Si optas por utilizar un abono orgánico (que puede ser el estiércol, mantillo o la turba entre otros), deberás aplicarlo en invierno a razón de 1 kilo por metro cuadrado. En caso de ser químico o mineral debes hacerlo durante la primavera o el otoño.
Durante el desarrollo de nuestras plantas, es conveniente agregar abono líquido disuelto en una regadera (lo ideal es una vez al mes), y si descubres que te convoca prestarles un poquito más de atención (como un mimo), puedes cambiarle los tres o cuatro centímetros del sustrato de la maceta por tierra nueva.
Atiende la lozanía de tu planta y obsérvala, pronto notarás que descubrirás más de ella simplemente viendo sus cambios. La atención al momento de regarla, por ejemplo te enseñará a comprobar el estado de su salud.
Si observas que alguna plaga o enfermedad se presenta en tu huerta, opta por Insecticidas Biológicos en lugar de productos químicos. Aunque por lo general los primeros, son menos potentes para matar a los parásitos que los químicos, son más ecológicos y más seguros. No olvides que muchas de nuestras plantas son culinarias, por lo que ten precaución, siempre que trates con un pesticida, aplícalo como mínimo de una a dos semanas antes de recogerlas para usarlas. Consulta el “plazo de seguridad” en la etiqueta del producto que utilices.
Otro aspecto muy importante a tratar es que muchas de nuestras plantas comparten dos características: La necesidad de renovarlas año a año (sea por esquejes o por semillas) y la facilidad de arraigar estos esquejes. Para hacerlo, debes tomar los esquejes (el esquejado no es más que tomar una porción de la planta, ya sea un trozo de tallo o de raíz, y conseguir que emita raíces por la base para formar un nuevo ejemplar), si es posible de unos diez a quince centímetros, cortando justo por debajo de un nudo o yema. Quita las hojas inferiores dejando sólo los dos o tres pares de hojas superiores. Prepara una maceta o bandeja rellena con turba o mantillo y agrégale un poco de arena (menos de esta última) clava los esquejes introduciendo el tercio inferior en el sustrato. Apriétalos con los dedos. Recuerda mantener el sustrato húmedo, pero nunca encharcado. Es importante no regar demasiado seguido ni en grandes cantidades porque las raíces nuevas pueden llegar a pudrirse muy fácilmente. Al mes más o menos habrán echado raíces y pueden trasplantarse a macetas individuales, tras algunos días de aclimatación, finalmente pueden recibir la luz del sol. Y ya tienes una nueva planta!
Algunas de nuestras hierbas son perennes, como el tomillo, la salvia o la lavanda, por lo que es conveniente podarlas al final de la temporada para que renueven sus tallos y no se vuelvan leñosas. Es un procedimiento muy simple, debes recortar las hierbas una vez al año, tras la floración, para provocar un nuevo desarrollo sano. El orégano, la melisa, la lavanda, y el tomillo, etc., producen follaje nuevo al recortarlas luego de florecer. Llegado el verano, recorta Hierbas como la Menta, esto estimulará el desarrollo de hojas nuevas. El tomillo es mejor podarlo poco y frecuentemente a lo largo de la primavera y el verano. Recuerda eliminar las flores marchitas ya que consumen reservas y además afean nuestra planta.
Otro dato importante: Si observas que las raíces asoman por la base de la maceta es señal que hay que trasplantarlas a una mayor. Para beneficio de la planta, es mejor hacerlo en primavera. Y ahora, otra parte hermosa, sino, una de las más lindas: la recolección. Ya tienes tu huertita armada, estas cocinando y simplemente puedes disfrutar del placer de ir a recoger algunas hojas de la planta, y sentir ese fresco e intenso aroma. En caso de que recojas para almacenar, ya sea secando al aire, horno o congelando, lo mejor es hacerlo justo antes de la floración de la planta, ya que es entonces cuando las aceites esenciales y la fragancia están en su mayor concentración y cuando tienen más sabor.
Entre las hierbas más habituales podemos nombrar a: La albahaca, la angélica, el cilantro, la menta, el orégano, el perejil, el romero (es un arbustillo), la salvia, la hierbabuena, el tomillo, la melisa, el cebollino, la lavanda, el poleo, la ruda, el estragón, entre otros, todas ellas versátiles y nobles. Además de lo placentero que es tener nuestra propia huerta y aportar algo tan natural a nuestras comidas, perfumar nuestro hogar y disfrutar de lo bello de la naturaleza a diario, se ha comprobado que el contacto con las plantas, reduce tu estrés, te relaja y anima, además es un gran trabajo que a la vez de ayudar a despejarnos del diario trajín, incrementa el nivel de concentración y compresión, y atenúa sentimientos negativos como el miedo o el enfado. Y también puede ser un momento de encuentro con los más pequeños, la colaboración de ellos en la empresa puede ser una actividad divertida y constructiva para todos. ¡Animate! la naturaleza tiene mucho que enseñarnos.
Fuente: Maestra Elena Annette Pereyra (Karma Kunga Drölma)
La Esencia de la Felicidad